El estruendo que no todos celebran: Pirotecnia y el derecho a una vida tranquila
- Ivonne Lozada
- 18 dic 2024
- 2 Min. de lectura

Cada diciembre, los cielos de Puerto Rico se iluminan con destellos de colores y estallan en un estruendo que muchos interpretan como sinónimo de fiesta y alegría. Pero detrás de ese espectáculo de luces, se esconde una realidad silenciosa —aunque profundamente perturbadora— para miles de personas en nuestras comunidades: la pirotecnia no es solo molesta, es un agente de sufrimiento para la población de diversidad funcional y para nuestros adultos mayores.
Los efectos adversos de la pirotecnia no son un mito ni una exageración. Son una preocupación de salud pública que requiere atención urgente y acción colectiva. Para las personas con trastornos del espectro autista, los fuegos artificiales pueden significar crisis de ansiedad severa, sobrecargas sensoriales que provocan desregulación emocional, e incluso conductas autolesivas. Los estallidos impredecibles, su volumen insoportable y la falta de control sobre el entorno desencadenan reacciones que afectan profundamente su calidad de vida. Lo que para algunos es una celebración, para ellos es una pesadilla.
La presidenta del Colegio de Profesionales de Terapia Ocupacional de Puerto Rico, Rosalie Negrón Dávila, advierte que el uso de pirotecnia en las festividades navideñas causa daños a la salud, particularmente a las personas con un trastorno del espectro autista y trastorno de procesamiento sensorial, ya que no integran los estímulos sensoriales igual que personas típicas. “Esto puede ocasionar una reacción adversa frente a ruidos de alto impacto o fuertes, como es el caso de los cohetes, petardos y fuegos pirotécnicos que se emplean en alguna de estas celebraciones”, precisó la especialista .
Pero no son los únicos afectados. Muchos adultos mayores, especialmente aquellos con demencia, Alzheimer o condiciones cardíacas, experimentan los fuegos artificiales como una amenaza. La confusión, el miedo y la alteración del sueño son comunes, y en algunos casos extremos, las consecuencias pueden incluir descompensaciones médicas. Incluso quienes están sanos físicamente a menudo sufren insomnio, estrés y una sensación de inseguridad ante lo que perciben como ruidos de explosiones o balaceras. La exposición al humo afecta su sistema respiratorio y compromete su salud, especialmente aquellos que padecen enfermedades respiratorias, asma, diabetes y enfermedad cardiaca .
Estamos hablando de una práctica que violenta el derecho al descanso, a la salud y a la tranquilidad de nuestras comunidades más vulnerables. ¿Vale realmente la pena el entretenimiento momentáneo si su costo es el sufrimiento de niños neurodivergentes, de abuelos con condiciones médicas, de mascotas que huyen despavoridas o mueren del susto?
La erradicación del uso de pirotecnia no es una cruzada contra la alegría ni una prohibición del festejo. Es un llamado a la empatía, a la conciencia colectiva y a la responsabilidad comunitaria. Hay muchas formas de celebrar sin dañar a los demás. Existen alternativas más seguras, más inclusivas y más sostenibles para conmemorar eventos festivos. Se puede recurrir a usar adornos fluorescentes, pulseras y collares, globos, serpentinas o confeti, luces LED en colores y fuegos artificiales sin ruidos .
Apoyar la eliminación del uso de fuegos artificiales no es ser aguafiestas; es ser defensor de la dignidad, de la salud mental y de la convivencia respetuosa. Es entender que vivir en comunidad implica ceder en lo individual para proteger el bien común.
Hoy más que nunca, necesitamos redefinir lo que significa celebrar. Porque no hay verdadero festejo si lo que produce alegría para unos genera angustia para tantos otros.
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